Una vez que has investigado, ordenado las ideas, creado un esquema y escrito el texto, lo mejor que puedes hacer para perfeccionarlo es olvidarte de él.
Si tienes mucha prisa, organízate para poder esperar al menos dos días antes de hacer la revisión, o contar con la ayuda de otra persona. Lo ideal es siempre editar un texto cuando te hayas distanciado lo suficiente como para que te parezca nuevo.
Después analízalo a diferentes niveles
- Comienza por la estructura, identifica que:
– Tiene un título atractivo que anticipa el contenido
– En las primeras líneas resume el concepto principal y activa la curiosidad
– Es muy claro y no tiene fricciones
– Las ideas están ordenadas y el discurso fluye muy bien hilado
– No explicas más de una vez la misma cuestión, pero si el texto es largo puedes hacer un resumen final - Después fíjate en las oraciones:
– Reduce la frases de más de 200 caracteres
– Léelo en voz alta y lima las asperezas
– Potencia el ritmo narrativo mezclando frases largas y cortas
– Asegúrate de que no hay faltas ortográficas ni gramaticales - Y también en las palabras:
– Elige palabras sencillas y concretas que pueda entender hasta un niño
– Evita palabras abstractas o vacías
– Reduce el número de exclamaciones y de elementos enfáticos como “muy”, “el único” o “el mejor”
– Usa sinónimos
– Reduce el uso de adjetivos vacíos y aumenta el uso de verbos de acción - Ahora toca lo más difícil, hay que soplar para que se vaya la paja
Para hacerlo existen varias técnicas, pero el resultado es el mismo. Se trata de liberar el texto de todas las palabras que no aporten ni ritmo, ni belleza ni significado.
Dicho de otro modo, todo lo que se queda tiene que tener un sentido. Todo está allí por algo, nada sobra ni falta.
Una técnica que me gusta es tratar de reducir todo al máximo, intentando dejar siempre el menor número posible de palabras que transmitan el mensaje con suma claridad. Luego si es necesario, añade algo de ritmo, humor o belleza.
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